domingo, 29 de marzo de 2015

2.

Créditos de la foto (click)

 2.
Cada día, un cielo nuevo
pues los pedestales e ídolos
son estrictamente humanos.
Todo lo demás
no teme perderse,
no busca prolongarse.
Regiones desérticas,
al permitirle el paso a anchos ríos,
alivian la muerte que prodigan.
Pero una crueldad velada
satura los colores del paraíso.
La noche es el último refugio.

Esclava de esta belleza,
solo quiero que acabe,
retornar al frenético cambio de estaciones
de mi propio paisaje.
No puedo no mirar y no ignorar
que lo dejo marchar.

Ah. 

Ya empiezan a ensuciarse los colores.
Fundido a negro, cargado en un 77%.

Soy un poco más libre.

sábado, 28 de marzo de 2015

Sábado.



1. Frunzo los ojos llorosos y chisporrotean las luces.  
         Las lágrimas también serpentean en el vidrio de la mirada. Afluentes de una vieja tristeza. Se me enquistan las personas. Me conquista su ausencia. Late el pasado detrás del presente. La sangre que me sustenta viene a mí a través de un recorrido cíclico de matanza y resurrección. Soy una fuente que recicla su veneno. Y mientras, la primavera se asienta en la noche. Una brisa me ventila los pulmones. Un aerostático de nubes rojizas sobrevuela el cielo profundo. Esas mismas nubes se ajironan, se desmiembran, se restan corporeidad porque saben que el cielo es la casa de las almas. Rojo masacre. Y el cielo. Una quietud. Un estático dado a la sedimentación del tiempo. La luz de luna perfila una ciudad puesta en perspectiva de profundidad. Retales negros median entre los contornos de los edificios. Son velos que ocultan cualquier cosa. Un día de playa, si así lo quiero. 
      No sé lo que quiero.

2. S.E.I.A. = Superestructura Etérea de Intercomunicación Aviar.
      La voz más maravillosa que he oído en mi vida. Multiplicidad unívoca pura. Gorjeos vedados a la garganta humana, explorados en una amplísima escala de matices, llegan de todos los rincones de la cuidad. La ciudad dormita. La primavera despierta. Nos dejan escuchar, pero no hablan para deleitarnos. Allí abajo las farolas arrancan del seno de la oscuridad a los árboles. Investidos de majestuosidad por el destello del oro y la estatura ciclópea, son sólidos bastiones enraizados profundamente en su naturaleza, mas la nostalgia ramifica sus pensamientos en lo alto, y los lleva a explorar vistas imaginadas de otros mundos, que no conocerían sin matarse primero. Los siempre buenos y clementes pájaros tejen nuevas rutas en los circuitos anquilosados de fantasía de sus mente atávicas, y su canción es un vehículo a todas las maravillas del mundo. 
      Migran de rama en rama, de isla en isla, de cielo en cielo y de mundo en mundo. 
 
3. Soy el preludio al vacío.
    Necesito paracaídas para abandonarme a este sueño. Las letras se montan unas sobre otras, en desorden, como una población hambrienta haciendo cola por un mendrugo en la posguerra. Las palabras son onomatopeyas de un dolor sordo. La Enciclopedia de mis Abismos. Todas estas costillas levantadas en mosquetes apuntando a la sien del tirador. Este pecho rebelándose contra su cárcel. El corazón, un pájaro cantor probando rutas de huida en los huecos de mi esqueleto. La pólvora es el gris de detrás del párpado. Una constelación de disparos dentro de mi cerebro. Mira de frente a la muerte. Sus ojos en tus ojos. Su beso en tu beso. Negro. Cesión del miedo. Paz máxima. Incomunicación. Inexistencia. Luz. Resurjo, de pronto, a la superficie de una mañana soleada. Bautizada por este amago de verano, despierto etérea, más neutra de lo que me acosté.
 
4. Un caleidoscopio de sombras en el techo teje una telaraña en la que se enreda mi nostalgia.  
    Vivo con la barbilla señalando al cielo. Cielos de yeso, de piedra, de filigranas de árboles, de cristal, diurnos o nocturnos, no me importa. La ascensión es mi ambición en la vida y en la muerte. Jamás desocuparé mi palco. Hace tiempo que entiendo que el sacrificio es el precio que pagan aquellos que de verdad aman.

5. Me descompongo en carroña. 
    Me preguntaron por el origen de mi abismo. Lo tuve claro: soy yo. Mi abismo empieza y termina en mí misma. Y no hay más estaciones que medien en ese recorrido de eterno retorno. Soy tan monolítica. Tan recogida, tan compacta. Los que se abren al aire, en cambio, son esculturas que ceden a su propio peso. Imagínalos, con los brazos extendidos a ambos lados de sus cuerpos en una eterna necesidad de abrazar. Y un buen día, frágiles como son sus brazos esculpidos en piedra y suspendidos sin refuerzos en el aire, resultan mutilados. ¿Y qué harán, diseñados para abrazar y sin brazos para hacerlo? Siempre pasa. 
      En contraste, los que somos monolíticos, como yo, sabemos que nuestro fin absoluto depende únicamente de nuestra voluntad de autodestrucción, sin interferencias externas. Nos pasamos la vida rumiando violencia bajo las aguas de una conciencia solo penetrada por la lluvia a nivel muy superficial, y poco a poco, en esos momentos en los que descendemos un nivel más en el abismo, fabricamos una bomba que un buen día decidiremos activar. Para saltar por los aires. 
      Morir surcando el cielo, como un pájaro migrando.
 
6. La majestuosidad del templo y Dios pétreo. 
    La catedral en esta ciudad, como si su enormidad y gran altura fueran insuficientes para destacarla, se eleva sobre un podio con escalinata. Nunca he entrado, porque sus ventanales carecen de vitrales, y sin mosaicos de luz de sol y color Dios no se persona en los templos. La única presencia divina en la catedral se reparte en las esculturas y relieves presentados a lo largo de la fachada. Dios es pétreo aquí. Impasible. ¡Háblale y trata de alterar sus rasgos de piedra! ¡Conmueve ese corazón ausente! ¡Tómale el pulso a un cadáver y dibuja el gráfico de su vitalidad! 
      Rezar a cielo abierto. 
      Hablar con uno mismo, el único y verdadero acto intermediario entre la criatura y su creador.
 
7. Me salen monstruos al camino. 
    Las gárgolas se retuercen, vomitan la santidad que celan. A su vez, la mano que les da de comer es la misma que los censura. Es una perfecta relación de odios que colaboran en beneficio del interés. 
      Las gárgolas. 
      Siempre se conducen con las fauces abiertas por delante. Su hambre es tal que no tienen filtro purgante y devoran todo lo que fondea en sus gargantas a través de una travesía violenta entre peñascos afilados. 
      Me atraen.





La poesía debe concebirse como un violento asalto contra las fuerzas desconocidas, para obligarlas a arrodillarse ante el hombre.                              
-Tomado del Manfiesto Futurista                                  
                      


 Lara xx

viernes, 27 de marzo de 2015

Dalí, los excrementos y el oro.



Ayer, el feeding de Facebook quiso que disese con un artículo que decía que investigadores estadounidenses habían declarado la posibilidad de sacar millones de dólares de las partículas de oro, plata y otros metales cotizados extraídos de la mierda humana. Al parecer, a través de los alimentos consumimos muchísimas partículas ínfimas de metales variados que nuestro cuerpo expulsa junto con todo lo otro que tampoco digiere.

Aunque parezca mentira, todo este asunto me trajo a la mente a Dalí casi con divertida ironía. Porque Dalí fue un visionario hasta en lo que atañe a la mierda. Apoyándose en los cuentos populares como aquel de la gallina de los huevos de oro, o ese otro sobre un asno que al tirársele del rabo cagaba oro, y otros tantos ejemplos cristalizados en los cuentos de todos los tiempos, Dalí defendía la estrecha relación simbólica que guardaban los excrementos y el oro. Incluso en el color se asemejan, decía. 

Cuando ingresó al grupo surrealista, el fundador del mismo, André Bretón, le exigió que suprimiera de sus cuadros aquellos elementos escatológicos. Dalí denunció la hipocresía del movimiento, que defendía la plasmación directa de las ideas que acudían espontáneamente a la mente, sin mediación de la razón y bajo un trance automático. Dalí alegó que nada acudía a él más directamente que la mierda, de manera biológica, y que por tanto, estaba dentro de los preceptos del surrealismo. 



La relación de Dalí con los elementos escatológicos se inició ya en la infancia, cuando hallaba un sádico placer en retener los excrementos en su cuerpo el máximo tiempo que le era posible, resistiendo los retortijones y los fuertes dolores de estómago hasta que ya no aguantaba más. Aparte gustaba de hacer sus deposiciones en cualquier lugar de la casa, disfrutando de la agitación de su madre, que a diario revisaba cada rincón preguntándose dónde habría cagado el niño cada vez. 

Más tarde Dalí reinterpretaría su obsesión por lo escatológico como un símbolo premonitorio que habría de augurar su futura e inmensa riqueza. Y he aquí, a través de este artículo, que Dalí demuestra tener razón en el sentido más literal. 


GRANDE, GRANDÍSIMO, CICLÓPEO DALÍ.

Para rematar un poco la entrada, os dejo uno de los cuadros más famosos del pintor catalán que integra elementos escatológicos: El juego lúgubre (1929). 



En este cuadro, en primer plano hay un personaje masculino que nos da la espalda situado en el margen inferior derecho. Va en calzoncillos y los tiene manchados de mierda. Pero además de esta alusión tan directa, hay una presencia de lo escatológico más global y unificadora que abarca e inscribe todo el cuadro en su totalidad: "la paleta excremental", tal y como lo llamaba Dalí. Consistía en aplicar en sus pinturas la gama más amplia de colores que pueden observarse en la mierda. 

Volviendo al hombre de los calzoncillos cagados, hay una figura que se abraza a él, se sustenta en él, parece realmente desvalida, incapaz de erguirse por sí sola. En mi opinión, estas dos figuras evocan la relación entre Dalí y su padre. Podría ser que se simbolizara la pretensión de su padre de estar al acecho de cada decisión que tomaba su hijo, resistiéndose a que Dalí encontrara puntos de apoyo a través de la propia experiencia. Las escaleras son para ambos personajes un punto muerto, ya que ambos parecen varados en ese peldaño, sin intención de ascender ni descender. Por este entonces, Dalí y su progenitor ya habían tenido pleitos a causa del desagrado que le causaban al padre las noticias de la vida que su hijo llevaba en París. Pero la ruptura definitiva entre ellos no se daría hasta que Dalí iniciara su relación con Gala.

En segundo plano tenemos una especie de prefiguración del gran masturbador. En él encontramos elementos que se repetirán en la obra de El gran masturbador, como esa cabeza de perfil que parece ser un autorretrato y que carece de boca. Está presente también el saltamontes que le cuelga de la barbilla a ese rostro, y que para Dalí es una imagen simbólica del miedo. La presencia del saltamontes junto con la ausencia de boca (y teniendo en cuenta que el grito es una manera útil para gestionar el miedo) evocan el temor reprimido que tiene Dalí hacia las enfermedades de transmisión sexual, un temor que le inculcó su padre. He aquí que el padre está en el trasfondo con un valor negativo. Los leones, símbolos de la libido, también campan por este cuadro, y más tarde su presencia estará integrada también en El gran masturbador.

Se cree que la forma del perfil está inspirada en la de uno de los peñascos del cabo de Creus que tanto fascinaba a Dalí, y que las piedras puestas en constelación caótica que coronan el artilugio están sacadas también de ahí.

Por último, tenemos en tercer plano un pedestal con dos figuras, sobresaliendo la de la estatua que suspende frente a ella una mano desproporcionadamente gigante. Con la otra, de tamaño natural, se cubre los ojos en señal de vergüenza. Es una alusión a la masturbación, no hay duda. Es sabido que Dalí era muy proclive a la masturbación, y de alguna manera se evoca con esta desproporción el inmenso peso del sexo en su vida, aunque mantenga con él una relación conflictiva y de temor. 

No hay que dejar de notar la influencia del pintor metafísico Giorgio De Chirico en esta y otras obras de Salvador Dalí. Su huella es visible en este cuadro en la evocación de un paisaje desértico e inabarcable, inmenso, en la sensación atemporal del escenario y las criaturas que lo pueblan, conseguido gracias a esa luz diurna y uniforme que no invita a participar a ningún tipo de contraste. Lo encontramos en las esculturas, elementos prácticamente omnipresentes en la pintura de De Chirico, y también en las sombras alargadas y magnificadas hasta el punto de ser tan protagonistas como las criaturas de las que derivan.

Para enmarcar un poco el cuadro en la vida de Dalí, cabe mencionar que el año 1929 fue muy significativo en su vida. Fue el año en el que estrenó junto con Luis Buñuel el film surrealista más icónico de todos los tiempos: Un chien andalou. Este film terminó de llamar la atención del grupo surrealista sobre Dalí, una atención que llevaba un tiempo vigilante de su obra pictórica. André Bretón no pudo negar la importancia del aporte artístico de Dalí, y finalmente Dalí, que llevaba tiempo persiguiendo pertenecer a los surrealistas, consiguió hacerse un hueco en el movimiento. Ese mismo año conoció a Gala en Cadaqués, quien por ese entonces era la esposa del poeta surrealista Paul Éluard. Este cuadro, El juego Lúgubre, fue el primero que Dalí mostró a Gala, quien fue enviada por algunos surrealistas para interrogar a Dalí sobre el mismo y despejar la sospecha equivocada que venían albergando de que la obsesión del pintor por lo escatológico culminaba en la ingesta de excrementos.


Lara xx


1.

Créditos de la foto (click)



1.

Las amapolas son violencia estética.



0.



0.

Se suceden los cielos
en el vertiginoso reclamo
de la muerte.
En ojos eternos
miradas fugaces.
Eres un centelleo de colores.
Un exceso de rojo.
Tus contornos y los míos
convergen en violencia redentora.
Piafamos sobre este vacío
con ira que quemar
desgastando caminos.