jueves, 24 de diciembre de 2015

tú conoces esa pausa


Créditos de la foto (click) 
Título: Untitled
Autor: Noell Oszvald
Fuente: Flickr




tú conoces esa pausa
esa gloriosa de tan majestuosa
pausa de reverencia
antes de escribir
esa orilla rebelde
en la que comprar calma
sobre un altar (sacrificio)
tú conoces el tamaño de tus pulmones
cuando merodeo cerca
porque yo conozco
el volumen de tu cuerpo
en unidad de abrazo
porque yo conozco
la piel debajo
de tu atuendo de invierno
tú conoces los versos
que trasparentan bajo mi carne
tú los lees
tú los vives
tú quieres
dime quieres
dime
¿quieres?
tiendo puentes entre tu lejanía y la mía
cruzo puentes entre tu mirada y la mía
hago yo todo el camino
tú te sientas a esperar
al menos dime
dime cómo me veo a distancia
en qué geometría me sintetizo
me parezco a un meteorito
(temes mi colisión, mis cicatrices)
me parezco a un borrón
sobre la hoja de un frustrado artista
(no igualo a mi ideal)
me parezco a una informe nada
(no recuerdo a nada ni a mí misma)
yo a cambio te diré:
mis lágrimas han bañado el mundo
sepultado todo bajo el mar, mi mar
y tú eres el único escollo sobresaliente
la única tierra firme
donde descansar de nadar
donde tenderme sólo a respirar.

sábado, 12 de diciembre de 2015

Desnuda al trasluz

Créditos de la foto (click) 
Título: Untitled
Autor: Luca Bortolato
Fuente: Flickr




incandescente
inflamable
tocada por el sol
me enciendo
ardo
soy faro en la noche
mi secuencia
tres asfixias de llanto
una carcajada extraviada
aquí sigo donde me dejaste
no necesitas mapas
sólo han crecido las mareas
no se volverán contra ti
me raspa la garganta
de fumarme a mí misma
mientras espero la alquimia de la Muerte
reducirme a cenizas
todavía tengo una pupila
orientada hacia la noche
la memoria de tantos astros
y la otra
la otra se abre en una herida
de mirar directo al sol
de mirar directo lo brillante
de mirarte a ti con tu aureola de oro
y tus ojos despejados
me tiendo virgen y velada
en una cama templada
por la exposición al atardecer
los brazos muertos
se abren en cruz
declarándome sacrificio
espero reproduciendo
las mareas en mi pecho
espero
espero
espero
y tú que no llegas
la marea cubre hasta la garganta
soga de agua
me desvisten mis manos
los pétalos de todas mis flores enhiestos
heridas en su orgullo
me las arranco de raíz
sin símbolos ni ternuras ni promesas
para qué tanto ornato
para qué tanta ceremonia
si la carne es carne
y el alma es alma
y el amor
hacer conscientes carne y alma
señalarse de heridas
organizar en constelaciones
las cicatrices
es más Memoria
que otra cosa.
Y yo ya me Pienso.
Y yo ya me Duelo.
Y yo ya me Recuerdo.

martes, 8 de diciembre de 2015

el bisturí y una autopsia...

Créditos de la foto (click)
Título: He was warding off the demons from her at nights. Driving the blood out to the light.
Autor: Laura Makabresku
Fuente: Flickr


el bisturí y una autopsia
los atributos del amor
que me visita a mí
nada de flores, nada de palomas,
de perlas y yugos y cupidos
para mí
nada que acompañe a Venus
yo inauguro otra iconografía
del amor viciado
del amor trágico
del amor no correspondido
dadme a mí la lata de cerveza
las canciones que he hecho mías
desgarradas a pleno pulmón
dadme a mí el morbo de la noche
el temor emocionante y despabilador
de que me mate algo
dadme faros de coche iluminando la nada
la risa histérica
la conciencia del reloj
dadme el aullido del lobo
el llanto integrado en la naturaleza
que nadie pregunte
dadme la voz del pájaro que termina
la canción del alba
dadme el ritmo cíclico
del tiempo
para no hacer un calendario
de sus silencios.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Despedida




  George Braqué (1960) L'oiseau noir et l'ouiseau blanc. Oil on fabric. 134 x 167,5 cm.




Ésta es una ciudad de la que sólo he conocido invierno. 

Sólo me ha traído frío, labios cuarteados, canciones destructivas, niebla y cigüeñas que no migran. Un camino señalado que, a veces, en mi rebeldía, desafiaba al desviarme para al final no perderme nunca, a pesar mío. Me daba miedo que me pasara como a Holden, que llegara el día en que tuviera que irme y no experimentara ninguna sensación de despedida. Eso equivale a haber echado por la borda todo el tiempo que había pasado en la ciudad. Alguna cicatriz me tenía que haber dejado. Por pequeña que fuera. 

Y entonces. Aquel abrazo. Aquella intersección entre dos vidas que no era probable que volvieran a cruzarse. Un chico tan alto que tenía que poner la cara en paralelo al cielo para alcanzar a mirarlo a los ojos si ambos estábamos de pie. Vestido de negro, atuendo siniestro, fumando, llamando por teléfono. Una avenida de árboles todavía más altos. Todo era gigantesco aquella noche, también el frío aunque era el equinoccio de primavera. Al día siguiente nevó. Recuerdo que le dije que era culpa suya, la estela polar que había dejado tras su paso, porque él venía muy del norte. 

Fue un encuentro extraño. Se extrañó de verme sola y tuvo que preguntar. Me extraña que eso le extrañe a la gente. Siempre se trata solo de mí, con agregados de quita y pon. Cuando nos acomodamos en la conversación nos sentamos en un banco. Tengo una imagen grabada en la retina: un entramado de ramas recortado contra la noche, barnizado de oro por la luz de las farolas, siluetas oscuras de pájaros que saltaban de rama en rama, como en una coreografía de belleza extraña. También sus ojos verdes, subrayados de negro. La suya era una franqueza que me fascinó al instante. No parecía capaz de lidiar con la incertidumbre. Si le rondaban preguntas que otros tenían que contestar las lanzaba al aire. La elucubración no tiene sentido cuando puedes obtener una respuesta directa. Era así de simple para él. 

Hablamos durante media hora, de arte, de expresión, de metas, de sueños. Nos empujamos mutuamente a luchar por nuestros propósitos en la vida. Me dijo que tenía la belleza y la inteligencia. Que llegaría tan lejos como me propusiera. Y luego, para despedirnos, me elevó a sus alturas sosteniéndome entre sus brazos, y me estrechó muy fuerte. Parecía un sueño haber conseguido tanta ternura de un hombre tan alto, tan distante y serio como él. Lo consideré todo un triunfo. 

A día de hoy sigue siendo una inspiración. Y está ciudad no ha sido una estación más. Ha sido un destino. Porque cada vez que paso por aquel escenario donde nos conocimos me parece visitar el templo de un recuerdo querido. Y voy a él con cierta preparación mental y espiritual, porque no es un lugar que me pille de paso en mi deambular rutinario. No es algo que el desgaste haya corrompido. Cuando lo visitó lo hago expresamente. Me siento en el mismo banco, miro a la gente pasar. Nadie sabe nada de nada. Todos caminan como sonámbulos. Nadie tiene la conciencia que yo tengo de este lugar. Eso me confirma lo especial que es. Pero no echo de menos. Solo es un momento efímero fijado en un lugar físico. Es como Dios a través de Cristo. Cristo es Dios tangible. Es exactamente igual. Pero yo no caigo en la idolatría. Yo experimento la teofanía del escenario, me elevo por encima de sus rasgos materiales, me uno a la Memoria.