Un día le pregunto a Jaguar por qué se llama Jaguar.
Por mi padre, contesta. Mi madre considera que es el tío
de mejor categoría al que se le ha abierto de piernas sólo porque conducía un
Jaguar. Casi puedo seguir el hilo de los pensamientos de mi madre por aquella
época. Hablando a todas sus amigas de “el Tío del Jaguar”. Era un hijoputa de
buena familia, con un presente brillante y un futuro que prometía serlo aún más
si hacía buenas elecciones, y mi madre no entraba en esa categoría. Le tenía
prohibidísimo que hablara de él. Eso dice ella. La verdad, creo que ni siquiera
logró ver el rostro detrás de la máscara. El único nombre de mi padre que me
dio es “el Tío del Jaguar”. Si construir castillos en el aire ya es de idiotas,
imagínate lo estúpida que es mi madre. Construyendo un chalet adosado en una
urbanización de élite en la inexistente Nada. El aire es con certeza más real de
lo que lo era ese millonetis. El aire es inaprensible, pero es real. Puedes
sentirlo al inhalar. Puedes sentirlo inflándote los pulmones. Puedes sentirlo
al expirar. Lo único real de ese tío que entró en contacto con mi padre fue la
polla. Pero, para ser justos, ambos tuvieron hacia el otro un sentimiento
puramente material. Qué se puede esperar de alguien que lo ha tenido todo en la
vida sino que sólo sepa valorar lo material y que piense que TODO se ha hecho
para complacerlo. Y qué se puede esperar también de alguien que no ha tenido
NADA en la vida y que quiere aspirar a un pedazo de ese TODO condensado en la
figura de un hombre que no sólo la haga salir del barrio marginal en el que
malvive, sino que la saque de sí misma, de la persona miserable e
insignificante que es y la eleve por fin a ALGUIEN. No le importan las
cualidades de ese ALGUIEN. Qué más da si lleva el pelo teñido de rubio o de
rojo; sólo quiere un pelo que no le recuerde a la persona que ha sido. Qué más
da si ir a clase de pilates o a yoga. Solo cuenta disponer de una vida de ocio
para asistir a ellas. Qué importa una chacha latina o asiática. Sólo quiere no
volver a limpiar mierda de un baño el resto de su vida. Qué más da un marido
que la quiera o que no. Sólo quiere ser su mujer oficial, la que tenga permitido
meter mano en su cuenta bancaria y la que tenga el poder de darle donde más le
duele: en el dinero, si se divorcian. Sólo quiere ser ALGUIEN. Y qué más dará
qué clase de ALGUIEN. El sentimiento del uno por el otro, en ambas direcciones,
se limitó a lo material. Él sólo quería su cuerpo. Ella sólo quería su Jaguar.
¡550 caballos! Exclamaba a sus amigas. 550 caballos que ella contaba para que
la sacaran a toda velocidad de la mierda de vida que llevaba. 550 caballos que
sólo sirvieron para qué él se diera a la fuga dejándole la vida más embarrada
todavía: un bebé. Yo. Jaguar.
Soy Jaguar por mi padre, “el tío del Jaguar”.
“El tío del Jaguar” es lo mejor que le ha pasado a mi
madre en la vida. Por delante de mí y del resto de mis hermanos.
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