2.
Cada
día, un cielo nuevo
pues
los pedestales e ídolos
son
estrictamente humanos.
Todo
lo demás
no
teme perderse,
no
busca prolongarse.
Regiones
desérticas,
al
permitirle el paso a anchos ríos,
alivian
la muerte que prodigan.
Pero
una crueldad velada
satura
los colores del paraíso.
La
noche es el último refugio.
Esclava
de esta belleza,
solo
quiero que acabe,
retornar
al frenético cambio de estaciones
de
mi propio paisaje.
No
puedo no mirar y no ignorar
que
lo dejo marchar.
Ah.
Ya
empiezan a ensuciarse los colores.
Fundido
a negro, cargado en un 77%.
Soy
un poco más libre.