miércoles, 23 de septiembre de 2015

Oda a Emily


Título: Black Birds
Autor: Laura Makabresku
Fuente: Flickr



Emily. 

                 Emily
                          Emily
                    Emily.

Emily 
Emily odia
Emily odia no inspirar lo suficiente a los poetas
que no tengan más recurso que su nombre 
para bordear de su profundidad la orilla. 
Quisiera una oración
una apelación a su clemencia
antes de ser navegada.


Prefiere ver perfilada su sombra
antes que su fisonomía de pájaro
siendo como es ella oscura
siendo como es ella plañidera
sobre las tumbas de la Naturaleza.
Es la noche
su pérdida más llorada
su ausencia más sentida
su espíritu más recurrido
y le canta con tan dulce voz
que a los durmientes mataría
llevándolos a estados de paz aún más elevados.
Y es para Emily la noche

muerte prolongada que enmudece
en consonancia con su mordaza
y Emily añade: 
durante la noche
todos nosotros 
ensayamos la Muerte 
sobre nuestras camas. 

Los cuervos. 
Le fascinan los cuervos.
Si las demás niñas aprietan contra los ojos las manos
hasta casi dentro de las cuencas empujarlos
al merodear cerca dicho pajarraco
temiendo de la bestia su apetito macabro, 
Emily se pone su más oscuro vestido
y se tiende inmóvil en el prado, 
soñando la adopción 
de sus semejantes espirituales:
los tristes voluntarios. 

Al final 
siempre vuela sola a cimas imaginadas, 
y hunde su atroz pico en la carroña de los héroes 
que fracasaron al intentar salvarla. 

A veces 
rapiña pequeños tesoros 
de los cadáveres de sus muertos, 
y llena sus bolsillos de oro por la sangre oxidado
de terciopelo con el que bloquea 
el alba que asoma a sus ventanas, 
de tocados de plumas con los que se fabrica alas, 
 de brillantes mosaicos de luz y color 
que las piedras preciosas despliegan. 

Y no hay entre todos los difuntos uno solo que le sea sagrado. 
Saquearía la tumba de sus padres si algo de valor supiera allí enterrado.
 O si le indicasen la constelación 
que en el firmamento integran. 

Pobre y sola, 
Emily se abraza a los demonios que la consuelan 
del don por Dios otorgado: un bello cantar que asimila ángeles, 
que la ha hecho esclava 
de los herederos de fortuna y desposeídos de gracia 
ambiciosos de lo que jamás será 
aunque lo custodien
plenamente suyo. 

(Emily, Emiy, Emily
consúmete de hambre
hasta deslizarte entre las costillas
del monstruo que te engulle.)

Ante una nada por esculpir (pensamientos aleatorios)


Créditos de la foto (click) 
Autor: Ines Rehberger
Fuente: Flickr



Hace ya tiempo que nada deja huella en mí. Se ha secado el hormigón que constituye mi memoria más querida, y ya nadie puede grabarse en ella. Preservo alguna que otra bala incrustada tan hondo que nadie podría salvarme aunque se lo propusiera. La herida no asoma a la superficie. Pero. Pero una fina telaraña de fisuras va abriendo cauces a grietas mortales. Cuándo me descompondré. Esa es una cuestión que no puede delegarse en la Esperanza. No tiene hacer aquí, en mí.

*

Os contaré un secreto: nunca pasará nada si no te quedas el tiempo suficiente. La ventana de tu cuarto será un marco al cielo ceniciento, surcado de nubes que parecen caladas del cigarro de Dios, y estará mudo y vacío si no lo consideras escenario de la vida, si no esperas paciente la interpretación de la naturaleza. Ah. He aquí tu recompensa: una magnífica cigüeña enseñándote a volar, con las alas tan quietas como un crucifijo fijado en la pared. 

*

Me pregunto qué virtud les merece a los insomnes la santidad de un aura dorada, incandescente.

*

Me fascina la escenografía en descomposición de la niebla.

*

Hoy, el cielo acompaña.





sábado, 5 de septiembre de 2015

Sobre las personas tranquilas de ojos pintados.




Su rostro es un libro abierto. Pero no porque sus emociones sean peso ligero y reposen en la superficie de los ojos, sin ocultarse tras un velo de corrientes de llanto. O porque sus pensamientos sean viento que hinchen velámenes y en su relieve pueda apreciarse el volumen del vendaval. No de esa manera. 

Pero no miento: su rostro es un libro abierto. Pero es un libro cuyas maravillas se vuelcan exclusivamente en sus propios ojos, y la cubierta es lo único que podemos ver el resto. Es ésta un cuadro hermoso, y sin embargo el enigma que suponen sus facciones nos hace aborrecerlo, y nuestras manos intentan apartarlo para acceder a su misterio. Pero solo nos ofrece sus ojos pintados, alineados con los verdaderos. Mas no son sino un prisma que traduce su realidad en una impresión diseñada para complacer al mundo.

Es la suya una mirada que no se subleva. Si alguien se propusiera navegarla, se quedaría estancado a una distancia equidistante a todas las Nadas, y pasaría el resto de sus días siendo la única tormenta que rompiera la eterna calma de aquel mar. 

Y si usted, mi querida dama, se lo propusiera tal y como lo leo en sus ojos, sin duda atraída por lo que oculta el libro abierto que tiene por rostro, empeñada en creer que atesora prodigios, le aseguro sin vacilar que pronto la oiría gritar desesperada:
«¡Pero, hombre, altérese un poco! ¡Sólo lo suficiente como para empujar una marejada que me lleve de vuelta a mi orilla y así la gente no me mire como a una loca por querer volver!»




-